Supongamos que mi historia de amor empieza en un cotillón.
Supongamos...total.
Supongamos que el chico que me atiende sabe mucho de carnaval carioca y divide los elementos necesarios para cubrir: cabeza, cara, boca y mano.
No sabemos mucho de él.
Quizás tiene pies grandes, quizás es deportista.
Yo pienso que él me quiere y él me empieza a querer y cree que yo lo quiero.
Supongamos...total.
Yo lo busco y no lo encuentro
Y después es al revés.
Al principio hablamos sólo de luces flúo y espanta suegras.
Después conoce a todos y me invita a ir a su pueblo
No sabemos cual es, pero me invita.
Así pasan años, suponiendo.
Hasta que un día yo le cuento a mis nietos que mi historia de amor empieza en un cotillón.