"Fui al baño a cepillarme los dientes y después a la cocina a prepararme el Nesquick. Me encantaba poner en el vaso dos cucharadas soperas bien colmadas pero para esa cantidad exagerada tenia que estar seguro de que mi madre no me vería; después echar la leche por el costado, con el vaso inclinado para que no removiera el lecho chocolatoso. La leche quedaba con un dejo de sabor pero en el fondo estaba el barro sustancioso, el lugar al que había que llegar, el premio que había que ganarse. Me encantaba ver tras el cristal del vaso esa especie de geografía marina que mantenía sus picos, sus hondonadas y que por debajo del límite con el líquido mostraba la palidez de una tierra seca.
Sola la línea de contacto tenía el color marró oscuro del encuentro de los elementos.
Tenía que beber con cuidado porque mantener esa topografía requería cierta estabilidad y a medida que pasaban los minutos el lecho podría infiltrarse, el líquido podía permear la capa superior y ahí sí, era cuestión de tiempo para que todo se mezclara y todo se perdiera."
Julián López, Una muchacha muy bella.
martes, 11 de marzo de 2014
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