"Es que las balanzas surgen originalmente con fines comerciales. Sobre todo cuando las transacciones se hacían sobre la base del peso del oro. De ahí viene la frase que dice: "Vale su peso en oro". Aquellas balanzas eras las que tenían dos platillos: en uno se ponía una cantidad de oro cuyo peso se conocía de antemano, y en el otro la mercancía cuyo peso se quería conocer. Ese tipo de balanza es la que aparece en la imagen que simboliza la justicia, porque el equilibrio es la base de su funcionamiento."
"Cualquiera que haya pasado una noche en vela, y es raro que alguien no haya pasado al menos una alguna vez en su vida, sabe lo que sucede con el cuerpo: el cuerpo declina, flaquea, se abotaga; hasta que de pronto, pasado cierto límite que algunos llaman el límite del sueño, recupera su vigor y se restablece sin haber precisado descanso alguno. ¿De dónde proviene, entonces, esa vitalidad renovada? Uno parece sacar, como dice la frase, fuerzas de la nada.
El cuerpo no es como una batería, que se descarga hasta quedar progresivamente inutilizada. La resistencia del cuerpo humano tiene otros misterios."
Del libro de Martín Kohan me quedaron estas dos frases.
La primera me hizo pensar en las farmacias y en la balanza que encontré el otro día que decía que al peso establecido se le debían agregar tres kilos, y que disculpe el clientes las molestias.
También me hizo pensar en el día que acompañé a Tania a vender sus anillos de noviazgo. El peso de su noviazgo en oro. Cinco anillitos finitos de oro de verdad 600 pesos. En otro lugar 720. Dos cuadras y 120 pesos de diferencia. ¿Quién mide el peso de los años con su ex? ¿Y el equilibrio de las balanzas? y ¿la justicia? No entiendo nada. Al final los vendió en Tandil y sumó mil pesos.
Cuando pienso en la otra frase pienso en todos los días. En salir en el auto de Jenny a las 2.42 de la mañana. Manejando. Peajes que me aprendí. A bajar el pie derecho del embriague. A entender los ritmos del desempañador. A tener sueño como nunca tuve. A maquillarme con sueño y la panza tirante de mate y de piel. Ver la ropa. Hablar con los de seguridad. Esperar a que lleguen Malvi y el Pampa. Comer una manzana, comer una galletita, no comer nada. Tener sueño como nunca tuve. Y de repente estar despierta. Estar maquillada. Estar leída. Salir al aire. Caminar con tacos. Contar chistes. Sonreir. A romperla. El raiting. La inseguridad. El pronóstico extendido. El show nuestro de cada día. Pasarse de rosca. Todos los días. Todos. Tener sueño y tener hambre. Volver. Thames. Corrientes. Pueyrredón. Constitución y el peaje de más allá que siempre tiene menos autos. Las luces bajas. La vuelta. Y tener sueño como nunca tuve.