Es un galpón enorme y gris, pero el gris nos gusta porque tiene medios, escalas y preguntas.
Al lado de la entrada en una pecera gigante conviven una anguila con un zangolotino; una nena rubia está absorta mirando la caja de vidrio. Con voz aguda pregunta cual de los dos bichos es el carnivoro, pero como nadie le responde decide regalarle a ambos un plato lleno de sapos muertos.
En el baño una mujer con patas de rana piensa en florerías y no sabe que en el cuarto de al lado un hombre está encerrado hace meses en el placard.
Una mano arrancada, solitaria, duerme en el segundo cajón del mueble de la cocina, algunos que pasan y la escuchan dicen que pertenecía a una momia anarquista que cantaba el himno con variaciones.
Un mate que alguien se olvidó de cebar, espera arriba de la mesa, nadie lo ve; ni siquiera la niña con cara de vieja que se balancea en una mecedora comiendo una naranja.
Nos estamos yendo, pero antes de bajar la cortina una mujer pide un cigarrillo. En una mano tiene una pistola y en la otra una caja de fósforos de un barato hotel uruguayo.
Afuera hay olor a tormenta y a pasto; miramos al cielo y ahi esta la cosa: un ser bastante acuático que cruza ante nosotros y explota como una burbuja más allá de la 72 dejando una estela de luz ambar en el aire.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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1 comentario:
Guau
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