I.
Soy ortografonista desde que estoy en el jardín de infantes. Con el tiempo me fui especializando en esta tarea de reconocer los errores de ortografía antes de que sean escritos. Es decir, los puedo precisar en el habla. Así, el día en que Valentín vino a dejarme, me di cuenta de que estaba poniendo el acento de
nuestra relación en el lugar equivocado.
Soy ortografonista desde que estoy en el jardín de infantes. Con el tiempo me fui especializando en esta tarea de reconocer los errores de ortografía antes de que sean escritos. Es decir, los puedo precisar en el habla. Así, el día en que Valentín vino a dejarme, me di cuenta de que estaba poniendo el acento de
nuestra relación en el lugar equivocado.
III.
Y vos tan dormido panza arriba. Quiero meterme por el ombligo y caer de palito adentro tuyo. No quiero que duermas siempre que yo estoy despierta. Una relación no puede vivir de madrugada. No son dos tostadas y un café con leche. Medio beso en el fondo de la taza. El otro día pensé que si te soplaba la oreja capaz me metía en tu sueño. Pero creíste que era una mosca y te pusiste de costado. Prefiero que duermas panza arriba porque puedo saber mejor qué estás soñando. Y sé que no era cierto el sueño que me contaste, ese en que vos y yo galopábamos en la terraza de un vecino y saltábamos por los edificios. Porque yo estaba ahí, del otro lado. Y vos estabas tan quieto, como siempre, sin ir a ningún lado. Despertate. Así no se sueña conmigo.
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