domingo, 12 de abril de 2020

Aquí y ahora

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Wanaka significa lugar para aprender. Y acá estamos en cuarentena aprendiendo a sostener tanto presente. Aprendiendo a estar. A viajar para adentro.

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La única manera para que entre aire a mi pieza es a través de la de él. De la de mi compañero por los últimos 7 años que hoy no lo es más. Abrir esa puerta corrediza que implica el ventilar me da un crack en el pecho como una silla de plástico que se rompió para siempre. Abrir esa ventana que da a su vida y que me recuerda que está al lado de la mía me cuesta como si fuera la ventana de una galaxia que no puedo pronunciar.

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En cuarentena Pili lloró porque su mamá le pudo hacer llegar una pastafrola. Le pudo hacer llegar. El membrillo está tomando una dimensión especial en este paréntesis de mi mundo. Debería saber qué me quiere decir.

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Con mis amigas nos refregamos la distancia. Nos decimos que nos queremos y que nos extrañamos. También nos decimos que en el mundo nuevo vamos a hacer un viaje. Que antes podíamos pero no lo sabíamos. Nos decimos que nos amamos. Y es verdad.

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Hace unos dias me cancelaron el vuelo a argentina. Quise desaparecer. Quise no estar. Que un montón de mantas pesadas me hagan tanta fuerza en el cuerpo que de golpe PUM y no estoy más. No digo no soy más, porque nunca me quise matar. No está en mi naturaleza. Esa mañana lloré tanto que se me acabó el agua y me quedé dormida. Sentí una furia extrema porque algo externo e invisible me rompió frente a mis ojos ese ticket to ride. Me acordé cuando Merlin, en La espada en la piedra, hace un truco magnífico para pelear contra Madame Min. Se convierte en un virus, y así logra vencer.

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NO
aun no tengo la fortaleza necesaria para reprogramar el vuelo o decidir que hacer. Siento que mis emociones están como cuando haces una tarta y no le colás el jugo entonces la masa se pone blandita y la tarta de desarma en el horno y sale todo para todos lados. 

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Separarse es perder un lenguaje. Es perder una manera de decir y de nombrar.  

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Siempre me gustaron los vikingos. No, no es así que bolacera. Desde que conocí a los vikingos me gustan los vikingos. Hace cuanto tiempo no me pasaba un buen rato escribiendo en la computadora, tipear es un acto que me sale muy bien. Me acabo de dar cuenta de medio una revelación que aprendí a teclear bien porque en la escuela 10 teníamos computación. Resulta que teníamos una computadora para los 30 que eramos en el aula entonces teníamos que hacernos el teclado de papel con todos los botones a tamaño “real”.
La maestra nos dictaba y nosotros teníamos que hacer que escribíamos. Hacer qué.  El examen era cuántas palabras podrías tipear por minuto. Que injusta y normativa la escuela que horror. La cosa es que practicábamos con esos papeles. EL mio era desprolijo, en una hoja cuadriculada toda remendada. Tenía compañeros que lo habían plastificado y parecía un teclado de verdad. El día del examen llegó y ahí si enfrente de una computadora REAL tenías que tipear lo que la señorita te iba diciendo. La rompí toda. Me acuerdo que había practicado tanto que podía poner los acentos. Y me había obsesionado tanto que aprendí a tipear sin mirar como estoy haciendo en este momento para luego ver si, incluso con puntos de puntuación soy tan buena tipeando como creo.
Sí, me sale.
Pero los vikingos me gustaron más después de Dinamarca. Después de ver los barcos y las posibilidades.



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