miércoles, 21 de abril de 2010
llegó la hora de la introducción
Supongo que una presentación personal debería empezar con el nombre del que se presenta, y el problema es que a mi no me gusta el mío. Nunca me gustó. A veces me pregunto si mis padres se levantaron un día cualquiera y dijeron “ya está no pensemos más pongámosle el primero que nos salga”. Es por eso que me llamo María. Nada atrás ni adelante, solo María.
No sé por qué tengo la certeza que en este tipo de escritos se nombra siempre algo del pasado, los terribles temores de la infancia, el conflicto de la adolescencia, la pelea eterna con la familia. En fin, acabo de decidir que en mi presentación no hay lugar para esas calamidades. Sin embargo sí quiero remarcar un hecho que cualquiera tomaría de intrascendente, de trivial, pero que marcó no solo mi infancia sino mi forma de ser y de pensar.
Yo no tuve cable. Por lo tanto mientras mis compañeros discutían el mejor episodio de “Los Halcones Galácticos”, yo leía el “Libro para los Chicos Enamorados”, y mientras ellos luchaban por el “Pokemon” más poderoso yo devoraba a “Harry Potter”. No tener cable, ni videojuegos, ni Internet, me convirtió en ávida lectora.
No piensen que solo la apatía tecnológica de mis padres hizo que leyera tanto, también se agregan a la receta un profesor de literatura increíble y una biblioteca grande en mi casa.
Creo que para acercarlos más a lo que soy hay ciertas cosas que no pueden dejar de saber: odio con vehemencia las aceitunas, que me toquen los pies y a los meses que no tienen la letra R. Me apasiona ver películas, todos los tipos de guisos, las bicicletas y las hamacas paraguayas.
Y como bien lo dijo Jacques Prevert: “Soy como soy / estoy hecha así/ cuando tengo ganas de reír/ me río a carcajadas/ amo al que me ama/ acaso es culpa mía/ que no sea siempre el mismo/ el que amo en cada ocasión/ soy como soy estoy hecha así/ ¿Qué más quieres? / ¿Qué más pretendes de mi? ”.
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1 comentario:
Tengo una teoría parecida con mi nombre. Para mí no sabían cómo ponerme y miraron las cunas de al lado en el hospital, como a los dos bebés que estaban a mi lado se llamaban "Santiago" a mi me pusieron así. Y por eso todos nos llamamos igual.
De todas formas, me gusta llamarme Santiago.
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