lunes, 4 de abril de 2011

en jaque constante


me vienen jaquemateando


digo jaquematando


cuando creo que el alfíl me va a salvar, que tengo una jugada planeada - como esa que me enseñó lauti cuando iba a ajedrez- me ganan


no sirven las jugadas hechas, me parece


me parece que ya no entiendo muchas cosas, y otras no las quiero entender


y que se yo


y yo que se



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Empezaste a leer para olvidar la erosión de la pena en tus pulmones, para volver a ser alguien sobre la cama, debajo del techo. Quisiste llorar y no pudiste, deseaste volver, y tampoco. Otra vez, otra vez más te preguntaste cómo pelearle con alguna chance al olvido, cómo quedar dibujado en el pecho del que te quiso, cómo permanecer en los ojos siempre abiertos del mundo. Encendiste un cigarrillo. Pusiste el disco. Surgió la música de siempre. No fue bálsamo, todavía. Oscurecía en la carne de las ventanas. Sentiste el verso: “Y la tarde que muere es miedo y frío.”

Dejaste el libro: a chupadas el abismo te reclama y cerrar los ojos es la única ilusión de sobrevida. El futuro se te sentó de traje negro en el corazón y de ahí no se mueve, mirando hacia atrás, mirando hacia la puerta que ya nadie. La música ¿será? El humo del cigarrillo ¿fue? En el medio del cosmos estás solito y temblás para adentro porque te vas a morir, te vas a ir, y qué. El viento del olvido vuelve a atravesarte, y no querés ser partícula, no querés ser pavesa que hoy sufre para siempre y mañana ni siquiera. No querés.

Ya es oscuro. Silencio. A martillazos insomnes tu corazón bombea contra las sombras. No tenés ganas de levantarte y hacer que la música regrese. Tampoco de estirar la mano y alcanzar un nuevo cigarrillo. El libro está tirado por ahí. Que sea lo que fue, que haya sido lo que será. Que cuando se te hayan agotado los ojos, sigas llorando por la nuca hasta desagotarte. Que el teléfono vuelva a sonar, al menos en la certeza delirante de las almohadas. Que recupere su costumbre la mañana.

Hace mucho que se calló el disco y hace mucho que te durmió la pena. Inmóvil, suspendido, el olvido descansa, no se sabe si agazapado o en derrota. Hace mucho. No hay silencio como éste, no hay vacío más oscuro que el de tu cuarto en esta vez, en este mundo. Entonces, en medio de la noche, de repente, y sin que nadie pueda percibirla, se reinicia la música.

Anónimo dijo...

perfecto discutidores , son CASI imposibles, love you pagolO